20 abril 2010

DOÑA MARIA

Estimado Pueblo:

Espero que al recibir la presente te encuentres bien, yo bien, gracias a Dios.

Hoy, cuando me he levantado, temprano como siempre y sin nada en particular que hacer, me he echado a andar sin rumbo ni concierto, pensando en mis cosas. Al poco tiempo me sorprendí pues mis pasos se dirigían, sin mandarlos por nadie o, eso creo yo, al puesto de calentitos de la Alameda. En ese momento me paré y, tragando una bocanada de aire, me di cuenta de que hace tiempo que ya no espera con ansiedad esos tejeringos mañaneros por los que daba gracias una y otra vez mientras peinaba la espesa cabellera que lució hasta su marcha.

Eso hizo que todos mis recuerdos afloraran de golpe y que todas esas anécdotas, contadas una y otra vez, hicieran que viniera a mí una sonrisa alegre al pensar cuántas cosas buenas nos dejó y cuántas de ellas estará repartiendo allá donde esté.

Por eso espero que donde se encuentre no falte el melón bajo la cama para matar el gusanillo antes de dormir, claro que con pan, como no podía ser de otra manera. Espero que no se le haga la verea muy larga mientras desayuna la tostá con aceite, mientras piensa cómo quitarles hambre a los gañanes cuando haga un potaje. Espero que siga despachando leche sin bautizar y bien despachada de cazo a la abuela del que te habla. Espero que nunca aprenda más que la T con la O, la M con la A, o la T con la E, pues el conocimiento que necesitaba ya estaba, lo lleva en su corazón. Espero que siempre esté calentita en la cama y ya no se escuche ese tiriri-tiriri en ningún rincón de su morada. Espero que no le falten castañas asadas en invierno ni un heladito de corte en verano, pero sobre todo espero que siga derramando allá donde esté esa alegría de ojos pequeños con la que nos bendijo, ese dar sin esperar nada a cambio con el que nos aleccionó, esa paz y tranquilidad, que no resignación, ante los problemas, y esa capacidad para saber tenernos juntos sin que las fisuras de la vida hagan mella en nosotros.

En fin, ya sabe usted que no soy pródigo en visitas a lugares sórdidos ni de natural aburrido, por lo que prefiero utilizar el ojo de la mente y la palabra del subconsciente para saber de usted y expresar de manera callada de cuánto se la echa de menos y el recuerdo que todos de usted guardamos, con lo que me dispuse a sentarme tranquilamente en un banco de Los Palomitos y entre trinos de gorriones, olores de azahares y la paz que da la tempranera mañana, empezó a dibujarse en mi mente la estampa buscada.

Quiero recordarla como siempre, con su moño horquillado, su batita de lunares, sus medias enligadas a media pierna y del brazo de alguna amiga camino del cautivo o viniendo de Jesús, parándose con conocidos y extraños, derramando un “con Dios” o un “malegro”. Prefiero recordarla cual faro de alegría en esa ventana de la cocina, buscando esa distracción tan sana de saludar al que pasa o ayudar al que lo necesita. Prefiero recordarla como es y no como fue, pues las personas como usted siempre están con nosotros.


EN UNA CASITA BLANCA
DEL BARRIO DE LA ALEGRIA
ASOMADA A SU VENTANA
BENDICE LOS BUENOS DIAS.


Doña. MARÍA GARCIA REAL.

Siempre con nosotros.

Atentamente;

El nino Gilena

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