01 julio 2010

"ELCORTINGLE"

Estimado Pueblo:

Espero que al recibir la presente te encuentres bien. Yo bien, gracias a Dios.

Con muchos nombres ha sido bautizado desde el conocimiento que tengo de su existencia: mercadillo, los restos, los retales, el barato, el jueves,... Pero ninguno con tanta gracia plebeya como el de “el cortinglé” para designar lo que la herencia Mora dejó reseñado en nuestra tierra, como el evolucionar del antiguo zoco bereber y las alhóndigas Omeyas.

Esa mezcla de ocio y necesidad de avituallarse hace que la algarabía truene cada mediados de semana en los llanos de la feria, donde cual en la Petra de la ruta de la seda, los más arcaicos vendedores monten cien y un tenderetes de llamativos colores para deleitar a tus parroquianos con lo más selecto de las baratijas de estas tierras.

Aceitunillas con mil aliños, flores de los confines del reino, vasijas que serían la envidia de los alfares de Corinto, acrílicas sedas, no de las tierras de Kublai pero sí hechas por sus descendientes, alquímicas hierbas curalotodo, sandalias arromanadas, cinchas y correajes de las gaditanas tierras de Ubrique, el parto de las huertas de Los Palacios y Chiclana, chacinas coripeñas, mieles de Grazalema, especias de Las Indias, alhuzemas y sahumerios y mil y un cachivaches de dudosa procedencia. Todo ello entre la ancestral práctica del regateo y un "quítame algo y me lo llevo" antes de cerrar la compra.

Una de las virtudes de este baratillo moronés es el vocear la mercadería para que en todo momento el comprador tenga punto y seña de qué, dónde y a cuánto se vende lo que a pulmón hinchado trona el vendedor.

Aunque lo que más me sorprende es el efecto placebo que produce en las gentes de la villa cuando tornando a sus moradas por la anchura de la Calle Utrera, presentan risueñas caras por haber hecho gran y barata compra mientras van cambiando de manos la chivata cargada de viandas, paños o restos.

Atentamente;

El niño Gilena.

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