22 enero 2011

CORTIJEANDO

Estimado Pueblo:

Espero que al recibir la presente te encuentres bien. Yo bien, gracias a Dios.

Me encanta por los eneros rabaneros, siempre que la tarde lo permite, acercarme a algún carrilillo cercano y poder oler los recién paridos brotes verdosos del trigo, la cebada y demás florecillas que luchan encaramándose al aire por acercarse a la estufa de los cielos para robarle un poco de su rescoldo eterno. Disfruto como nadie parándome en una linde y, entre los mares de olivares, observar esos barcos antiguos embreados de cal, con altos techos entejados, rejas sin florituras y portones de dos varas de donde, en su tiempo, partían reatas y yuntas al quehacer jornalero. Juego con la imaginación a trasladarme a aquellos días de gañanías, a aquellas comidas de "cuchará y paso atrás", a las charlas de candela con un liadillo de picadura en la comisura de los labios, a las alegrías de los dias de "vestía" y, cómo no, a los sinsabores de jornadas eternas marcadas por el reloj de luz y el permitir de las nubes. Por todo ello, espero que siempre que mi imaginación quiera fluir hacia aquellos años, esos cortijos morunos sigan mirándome desde sus lindes mientras yo descubro en sus miradas los quehaceres de otros tiempos.

Arenales, Malas Huertas, Las Bridas
y La Encarnación, El Puntal y Peluchena,
El Parroso y La Reunión.

Las Monjas con El Ciprés,
La Rana, Mancera y Barros,
Las Gordillas y San José,
La Florida y Los Carros.

Barbuan y La Higuera,
Maria Sata alta y baja,
Pavo Reondo, El Salao
con Canilla y La Mata.

Alcabalas, El Cigarrón,
Los Tres Pozos y Las Rozas,
Herre y Mazarrón,
El Piojo y La Alcoba.


Atentamente;

El niño Gilena

No hay comentarios:

Publicar un comentario